
Laura Hernández Ruiz de Salazar.
Psicóloga y empleada de Notaria de Barcelona.
A lo largo de la historia ha habido epidemias tan importantes como la peste bubónica, que esquilmó la población de la Edad Media, el cólera o la sífilis, que afectó al 15% de la población europea en el siglo XX. Como afirman los divulgadores científicos Màrius Belles y Daniel Arbós en ’14 maneras de destruir a la humanidad’ (Next Door Publishers): “Los grandes asesinos de la historia son las bacterias y los virus, y en concreto los que han provocado las grandes epidemias de la historia. El sarampión, que acabó con más de 200 millones de personas, o el virus del sida o VIH, que ha matado a más de 35 millones”.
Y es que el pasado septiembre la Organización Mundial de la Salud publicó un informe en el que alertaba de que el riesgo de que se produjera una pandemia global estaba creciendo, y sólo han hecho falta unos meses, hasta diciembre de 2019 en China, para que surgiera el nuevo coronavirus SARS-Cov-2, que origina la pandemia por la enfermedad COVID-19 (coronavirus). Hasta la fecha, las cinco pandemias más letales han sido, por este orden: La viruela, el sarampión, la ‘gripe española’ de 1918, la peste negra, y el VIH. En concreto, el más letal de los virus hasta la fecha había sido el «Variola virus», causante de la viruela, hoy erradicada gracias a las vacunas, según destacan, que no ha provocado brotes tan concentrados en el tiempo, “pero su supervivencia a lo largo de los siglos lo ha catapultado a ser el homicida número uno y se calcula que mató a 300 millones de humanos, aparte de dejar numerosas personas con la piel marcada”, explican dichos científicos en su manual.
Desde la alerta de la OMS, las emociones están a flor de piel en todas las personas, pero aún más si cabe para aquellas que están más expuestas, como lo somos los trabajadores de una notaría (con gente entrando y saliendo del despacho, cogiendo documentos de identificación de personas que no sabemos si son portadores asintomáticos o sintomáticos, cogiendo documentos que han pasado por mil manos, haciendo y entregando copias…).
Por un lado está el estrés. Estos días, es muy probable que te sientas desbordado/a de trabajo (si trabajas por turnos menos horas de lo habitual). Así como la mayoría de la gente habla sobre el aburrimiento, cómo gestionar el tiempo libre, etc. O directamente personas que se lo toman a broma, tú estás totalmente colapsado/a de trabajo y viendo la cruda realidad, gente que se muere por falta de recursos o por no saber muy bien de que se trata este virus. Probablemente no tienes suficiente experiencia para las funciones que te están encomendando debido a la situación excepcional o te faltan recursos para llegar a todo lo que se te pide, estás intentando realizar el trabajo de la gente que no puede ir porque no es su turno de acudir al despacho o porque tu jefe ha solicitado un ERTE por causa de fuerza mayor y faltan compañeros, o por el fallecimiento de alguno de ellos…
Por otro lado está la ansiedad, a veces notas que te falta el aire, te tiembla todo el cuerpo y el corazón te va a mil por hora. Te sientes frustrado/a porque tú te dedicas a esto para ayudar a los demás, y ves que la gente no ayuda o que lo suyo lo ven urgente, cuando en realidad tú ves que las urgencias son otras. Además, sientes impotencia porque te gustaría hacer mucho más de lo que estás haciendo y ves que los números en la notaria no salen y no sabes cómo solucionarlo con las directrices del Ministerio de Justicia, de la Dirección General y del Colegio de Notarios.
Luego está el miedo. Ves como tus compañeros/as están enfermando o están perdiendo su trabajo temporalmente y tienes miedo de ser el/la siguiente. Empiezas a experimentar síntomas y te sientes desprotegido/a, a la par que culpable por si puedes estar contagiando a otras personas, entre ellas, tus seres queridos con quien vives. Te pones el termómetro cada dos o tres veces al día, no paras de lavarte las manos, ves síntomas donde no los hay y piensas que cualquier día serás tú quien enferme. Y si lo haces tendrán que cerrar la notaria por tu culpa
Y luego está la tristeza, todo lo que estamos viviendo es realmente aterrador. Familias que no pueden despedirse de sus difuntos, gente muy enferma, más fallecidos por día de lo que tu corazón puede digerir, compañeros/as que están igual que tú, falta de ganas para hablar, para bromear, para comer, para reír, para dormir.
¿Cómo puedes gestionar emocionalmente esta situación para que no te supere?
- Lo que estás haciendo es grande. Intenta pensar que la labor que estás haciendo es más que heroica, estás ayudando a mucha gente. Céntrate en todo lo que estás haciendo estos días y no te quedes con lo que has hecho mal o lo que has fallado. Piensa en todo lo que estás consiguiendo aportar a la sociedad.
- No te exijas tanto. No puedes llegar a todo. Piensa que esto que estamos viviendo es como una situación de guerra y estás haciendo todo lo que puedes, no te pidas imposibles.
- Acepta tus sentimientos y escribe acerca de ellos. No puedes con todo y es normal, eres un ser humano. El recurso del diario personal es una buena opción siempre que hay emociones que desbordan. Escribe cada día como te sientes, quizás hay cosas que no te atreves a contarle a nadie (o que no puedes por secreto profesional), hazlo en el diario. Vacía todas tus emociones y permítete llorar. Seguramente estos días estarás viviendo escenas que a la larga pueden provocar estrés postraumático, y para que eso no suceda, elaborar las emociones es la mejor alternativa.
- Trabajar desde casa de una manera segura. Haz un horario de manera que no tengas que perder el tiempo, ni te pases todo el día trabajando, teniendo en cuenta las actividades de tu familia, comidas, horas de sueño, etc. y las prioridades en el trabajo (urgente e importante). Es el momento de poner en orden la seguridad de tu ordenador y de tu conexión a internet.
- Haz actividades para desconectar. Está claro que los medios de comunicación estos días son monotema. Intenta informarte lo justo y luego haz cosas que te ayuden a desconectar como: leer un libro, pintar, coser, dibujar, ver una serie o película (a poder ser que no sea dramática ni de terror), cocinar, arreglar algo, papiroflexia, jugar a la videoconsola, hacer un puzle, algún juego de móvil, haz deporte en casa, videoconferencias de FEAPEN, etc. Intenta que algunas de esas actividades sean divertidas y te permitan reírte y pasar un buen rato.
- Habla con alguien. Mantén lo máximo posible tus relaciones sociales, habla con gente, pasa buenos ratos, comparte anécdotas, etc. También puedes hablar sobre tu malestar y desahogarte, pero procura que no sea todo el tiempo.
- Intenta mantener hábitos de sueño y alimentación. Es probable que te cueste dormir y que no te entre nada en el estómago o que por lo contrario sólo quieras dormir y comer todo el tiempo. Cuando las emociones nos desbordan, los ritmos circadianos se ven afectados. Intenta levantarte a la misma hora cada día, aunque no tengas que ir a trabajar. De esa forma el ritmo del sueño no se verá tan alterado y evita hacer siestas. Por la noche, antes de irte a dormir intenta hacer algo que sea relajante, medita, haz yoga o cualquier actividad que te ayude a conciliar el sueño. Por supuesto, ese no es el momento de ponerse a hablar sobre lo que te ha pasado durante el día ni a sobreinformarte. Antes de dormir hay que intentar que la mente esté despejada. Haz también algún ritual antes de acostarte, como tomarte algo caliente (que no contenga cafeína ni teína), ponerte el pijama, rituales de higiene en el baño, etc. Asimismo, procura hacer cenas ligeras para facilitar el sueño y durante el día, no te saltes ninguna comida. Si no te entra nada en el estómago, engáñalo con purés y batidos. Si por lo contrario tienes un hambre voraz, antes de ponerte a comer todo lo que encuentres piensa en tu malestar y que en realidad ese hambre no es hambre, sino una emoción que está camuflada. Trabaja sobre ello para detectar las emociones subliminales y así puedas elaborarlas. Además, recuerda que hay que evitar salir lo máximo posible, y si te comes las existencias, tendrás que salir a por más.
Ante todo me gustaría recordar que estos consejos pueden ser insuficientes ya que esta situación es desbordante y lo más apropiado sería poder tener un apoyo psicológico en estos momentos de forma regular, pero de momento seguir alguna de estas pautas te puede ayudar un poco. Finalmente, si ves que todo esto te desborda y no puedes más, trata de pedir ayuda. Ahora los psicólogos estamos casi todos visitando online, pero como dice el refranero español «a falta de pan, buenas son tortas». Aunque las sesiones online no son el mejor recurso, pueden sacarte de un apuro.